jueves, 15 de septiembre de 2011

Sol de Roma

"El agua que tenía delante estaba tibia. Ni caliente ni fría. Justo a la temperatura exacta para dar la sensación de bienestar que me hacía cerrar los ojos, casi extasiada. Me dedicaba a mover los brazos suavemente, mientras el agua recorría mi piel al agitarse cada vez más y más, como una invasión momentánea a mi cuerpo.

Después de aquel día de arduo trabajo en el mercado de la plaza del centro, me encontraba abatida y sin ánimos para nada. Cuando me encontraba así me encantaba entrar furtivamente en las termas situadas al sur de la ciudad, aún sabiendo cuál era la pena por hacer algo así. Pero no me importaba. Nadie iba a quitarme semejante placer, más cuando resultaba tan simple cruzar aquella simple brecha en la pared de la parte trasera sin ser vista.

Aún sentía un inmenso dolor en los pies. Había andado toda la mañana de un lado a otro. Mi cuerpo me recordaba a un trapo usado y ya sin ninguna utilidad. Incluso mis viejas sandalias, tiradas ahora sobre el duro suelo de piedra de las termas, me parecieron más viejas y andrajosas que nunca. Una gota repiqueteaba sobre el suelo. Cada tres segundos. Tap, tap, tap...
"

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